sábado, 22 de enero de 2011

Ayudar

Son pocas las veces, muy pocas, que tenemos la ocasión, porque así se nos ha presentado, de poder ayudar a alguien ¡pensémoslo!
Vamos de allá para acá, de un sitio a otro, cruzándonos con personas y en muy escasas oportunidades podemos colaborar en algo, en facilitarle las cosas a alguien nos lo solicite o no, más aún, incluyendo las limosnas.
¿Cuantas veces en las últimas semanas alguien nos ha requerido una dirección, nos ha solicitado algún auxilio? ¿Cuántas hemos ayudado a recoger algo, abrir una puerta, entregar una dádiva? ¿Cuántas por comodidad, interés, despreocupación hemos eludido la posibilidad? El cómputo de todo esto siempre nos va a salir mínimo.
También sabemos, si no se tiene malasangre, la satisfacción que generalmente produce el participar o colaborar en el beneficio de otros, diría que incluso más que en el propio, o al menos equiparable. Esto es probable que se deba al ámbito de la educación o cultura en el que vivimos.
Pero claro, si de algo carecemos es de valor para ejercerlo. El valor no sólo es propiedad o, una cualidad de acción referida exclusivamente a hechos heroicos en los que exponga o arriesgue uno su propia vida. El valor necesario para participar, para colaborar, para ofrecerse aunque sea en pequeños gestos se diluye cada vez más entre aburrimientos, desidias y egoísmos. El valor de aguantar una crítica, de comprender al ignorante, ese que en base a su escaso saber tiene el atrevimiento desafiar a la razón, y en la que todos alguna vez hemos caído; el valor de soportar impertinencias, de saber perdonar, de pedir perdón, pero sobre todo el valor de una entrega desinteresada, es propio de personas de gran corazón, nobles y admirables.

Rafael C.

martes, 18 de enero de 2011

Y también la lluvia


Está claro que cada uno recibe los estímulos de acuerdo su estado receptivo, da igual quién que se los mande, con cuánta intensidad o que en ello se ponga muuucho, mucho empeño, si uno esta frío, impasible, desganado, frío se queda, no le importa nada de nada.
Pero… ¿qué diríamos cuando alguien está plenamente atento y dispuesto a dejarse conquistar…? Generalmente me tengo por uno de estos, es la actitud que acostumbro cuando voy al cine y más cuando se pierde la costumbre de ir.
He venido oyendo que se han cambiado los hábitos de ocio, o que hay demasiada oferta, es posible que así sea y por ello el cine se ha quedado como una costumbre antigua y cara, desapegada. Pero la realidad es que aún suponiendo que así sea, pienso que la magia aparece con sentarse en esa sala oscura, iluminada al frente, algo tiene que pasar porque seguro va a pasar.

Empieza la función, atento nos dejamos introducir en la ficción vamos haciendo cábalas, atando hilos, enlazando sucesos, arrastrándolo a nuestra comprensión, analizando, comprendiendo el porqué, el qué se nos quiere contar, llevándolo a nuestro corazón, a nuestro estómago, por eso mismo una película tiene que ser una montaña rusa por el que se nos va guiando, tiene que pasar cosas que nos sorprendan, que nos produzcan vértigo, impulsos que nos trastoquen, que nos afecten.


Cuando ante la visión de la injusticia, la reacción emotiva normal debiera de ser rabia; cuando ante el sentido de debilidad y fragilidad, la empatía nos debiera llevar a la ternura y solidaridad; cuando la acción frenética nos debería despertar la ansiedad; cuando la espectacularidad nos debiera de asombrar; cuando las artimañas que se crearon para engatusarnos debieran, engatusarnos; cuando en la acción melodramática la música debiera de servir de catalizador de emociones y cuando lo peor de todo es que después de tantas credenciales presentadas para convencernos y despertarnos el caudal emotivo y quedarnos…, desafectados, algo raro ha pasado. Uno no puede más que quedarse embobado, pellizcándose, mirándose para sí como diciendo, ¡coño, qué me pasa! ¡La peli no es mala, tiene su aquel, pero…!

Tramas paralelas avanzan en su desarrollo, mientras se rueda una película en Bolivia sobre los desastres de la colonización, se entremezclan ficción y la realidad de ese rodaje, (los problemas, los ensayos, etc.) junto con puntuales acontecimientos sociales y reivindicativos, (la guerra del agua) en el que todos los personajes se ven involucrados en todas las tramas, formando parte de ellas y en las que se van interesando, preocupando o sufriéndolas, todo esto debería de dar para mucho pues la cosa tiene enjundia, la producción es grandiosa, rozando la superproducción en algunos momentos.


Pero después de todo y de tanto, la cosa se diluye entre la incomprensión y la frialdad de tanta apuesta, nada emociona, nada trasciende que ya no se sepa, una pena....
Rafael C.

sábado, 15 de enero de 2011

Sexo en la vejez


La verdad es que hay en las entendederas del personal variado un concepto de la sexología digamos que limitado, y qué decir de la sexología del adulto maduro, o incluso en la vejez, imposible imaginarlo, más de unos cuantos resbalarían entre adjetivos o sustantivos referidos al asco. Vamos que se trata de algo tabú incluso para los propios ancianos. Todo esto no es sino una de tantas mundanas visiones, algo así como incompleta.


El otro día, un conocido relataba unos obligados viajes con un equipo deportivo. Por ahorrar gastos incluían en el paquete habitaciones compartidas por dos, habitación doble de matrimonio para dos miembros de ese equipo de los que todos son hombres, no era su caso, aunque sí el de alguno de los deportistas que se vieron obligados a compartir habitación en una misma cama de matrimonio. Ni por asomo él podía imaginarse dormir con un hombre, al contarlo parecía que le daba repelús, debe de ser muy machito
para que siquiera tangencialmente pudiera tener un minimo roce con alguien del mismo sexo, no vaya a ser que fugazmente se le confunda con homosexual, que son los que parece ser se “acuestan” con alguien de su mismo sexo, (¿acaso no lo será en potencia por si la debilidad le pone a prueba? ¡Qué sería de él!)  

Hace tiempo, un amigo me contaba como los padres de su novia, más tarde esposa, practicaban sexo sin discreción, en su habitación, en horas no especialmente nocturnas, que es el momento en que se supone deben de hacerlo, y ni siquiera sigilosamente, que igualmente se supone que deben tener, sigilo. Él hablaba de ello como algo normal, entendía perfectamente que unas personas maduras, sin llegar a ser ancianos, responsables, libres, serios, correctos, buenos padres (más tarde se llegaron a separar) pudiesen practicar el sexo alegre y abiertamente, sin tapujos, sin esconder temerosos sus películas porno o cachivaches del amor. Pero es que eran franceses y claro, Francia es Francia y Spain is diferent.

Expongo estos ejemplos con carácter explicativo de cómo se pueden distinguir diversas maneras de aceptar una relación con temas de sexo, en los que algunos aborrecen con cortas miras, y otros comprenden, aunque no se trate del mismo asunto. Igualmente estoy seguro que incluso por los propios implicados en relaciones sexuales entre ancianos habrá quienes lo vean sucio, feo, ¡imposible!
Por eso al encontrarme con este artículo : El Ultimo Tabú: Sexo a partir de los 60
 me ha sorprendido gratamente.

Hay veces que esta ventana me parece simplemente un escaparate para mostrar lo enrollados que somos, tan majos, tan comprensivos, tan tolerantes, tan comprometidos, tan entendidos de música, ¡buena! Eso sí, como no podía ser de otra manera, y aquí vengo a tratar otro más de progresismo y tolerancia, de comprensión. ¡Toma ya! (i)

Así como en su día, escribía en la farolita que no es lo mismo creerse joven que serlo en realidad y mis razones alegaba, hoy me presento con la idea de romper una lanza a favor de la existencia de vida más allá de la juventud, pero de vida plena, aunque supongo con distinta intensidad, las propias limitaciones físicas la trasformarían.

Parto de la base de que todos estamos en el mundo en la actualidad, y disponemos de capacidad de acción, lo mismo un joven que un anciano, uno de fuerza, otro tal vez de astucia; unos con brío, otros puede que con paciencia. Así hasta el fin absoluto del que nadie se librará y en el que todos caeremos. Por eso mismo somos a cualquier edad libres y soberanos de hacer lo que nos plazca sin el temor de caer en el ridículo, ¡sí, lo que queramos!, lo mismo bailar en un concierto de rock con 70 años, que echar un polvo (me encantó aquella escena de Paco Rabal, en Juncal, diciéndole a su amante: ¿qué, echamos otro polvete?)
Además digo todo esto al pensar que ya hasta se dirigen actitudes con modelos de comportamiento, el joven, joven, el anciano, anciano, que no es que no se tengan que tener, pero no si uniformalizan el alma, y hasta eso no vamos a llegar, cada edad, es cierto, tiene distinta manera de reaccionar ante los impulsos, pero todas valen, la de los jóvenes, la de los viejos.


Rafael C.

Esto dice Cristina. Siete hijos, ocho nietos. (68 años):
Cristina: “Mis hijos dicen que estoy salida. Creen que ya no me hace falta eso. Les he dado mi vida, ahora me toca a mí”  “Soy mayor, sí, pero también soy mujer. Necesito caricias, intimidad, abandono, entrega, sentirme deseada”
 Esto dice Encarna:
 “Perdí la virginidad con 66 recién cumplidos con Pedro de 78 al que conocí en la residencia…”

Esto dicen Fina y Joan de 79 y 85 años:
 “Hacemos el amor todos los sábados “de reglamento” y alguna vez entre semana “si se tercia…”

Esto dice Santiago Frago Sexólogo:
“Hoy se ve a los mayores sexualmente activos como viejos verdes pero los que están en torno a 60 años van a ser viejos sexis…” “muchos mayores llegaron tarde a demasiadas revoluciones, ahora no se quieren perder la última: la de su sexualidad”


"Hay que destruir el mito de que los ancianos no tienen interés en el sexo y que, si lo tienen, son obscenos, como si no fuera acaso normal y correcto para todos tener relaciones íntimas hasta el final de la vida"

sábado, 8 de enero de 2011

En Tierra Hostil

En tierra hostil
Ya viene uno a estar harto de los encasillamientos a los que solemos recurrir para ordenar el mundo que nos rodea, esa es su utilidad y por eso nos tiramos a saco a ubicar aquí o allá todos los asuntos. Ese proceder es el que nos lleva malas interpretaciones, por malas definiciones. De todos es sabido que las connotaciones aportan por asociaciones u otros valores añadidos significados a las cosas, estas nos hacen tener a partir de aquí otra dimensión para entender y asimilar estas obras, llegando a ser algo peyorativo o negativo y pierde calidad.
 Y digo esto porque cuando se le tacha a una película de americanada, parece que ya está todo dicho. Si además cumple todos los requisitos como belicosidad, exaltación del patriotismo, de la heroicidad, de la nobleza del ciudadano de USA, de sus miedos como signo de humanidad, de la espectacularidad de acción y algún que otro indicio más… ¿qué se puede hacer? Parecería que merece entrada al baúl de los desprecios. Es ahí cuando surge el criterio personal que debe de abstraerse de cuadraturas y de connotaciones preenjuiciadas, dejándose llevar, por el estricto sentido de su personal percepción, crítica, pero alejado de influencias externas. Es cuando empezaremos a ver la película en su verdadera dimensión, la que realmente nos afecta a nosotros espectadores de la obra.
A veces los movimientos de la cámara parecerían ser de un principiante en las tomas o incluso de alguien perteneciente a la corriente cinematográfica Dogma 95 y en otras estos nos sirven para situar al espectador en la trepidante acción del personaje, viendo lo que él ve y temiendo lo que él teme. En cualquier caso pudieran parecer excesivos y seguramente lo sean pero, reconozcámoslo, aportan un vigor y realismo impresionante, esa es la manera elegida que habrá provocado un prolongado y minucioso montaje para encajar ese puzzle de micro planos que nos van guiando por las acciones. Todo sucede rápido, peligroso, efímero, constante y cortante para irnos introduciendo en el increíble mundo del artificiero desactiva bombas, su valor y las asombrosas maneras de proceder, en algunos casos caso con las mismas armas suicidas que quienes las colocan, encontrándose en un lugar extraño en el que cualquier cosa o cualquiera es susceptible de ser el enemigo, digamos que todo resulta hostil por encontrarse justamente, en tierra hostil.

Rafael C.

jueves, 6 de enero de 2011