lunes, 25 de junio de 2012

Elogio de la bicicleta (un capítulo más)


Un día de fiesta por la mañana me dirigía al trabajo, sería como las diez horas aproximadamente y se respiraba en el ambiente ese cierto frescor tempranero tras unas jornadas lluviosas a pesar de lucir radiante el sol que se intuía podría llegar a calentar cuando avanzase más esta jornada de mayo, porque de momento, al deslizarme por las cuestas abajo entre la poca ropa de abrigo con que vestía me recorría un biruji que me obligó a parar y sacar el corta vientos de entre mi equipaje, algo que agradecí de inmediato y me hizo preguntarme por qué no lo había hecho antes, aunque ya tenía la respuesta:  luego me acaba sobrando…; es lo que tiene ir en bicicleta, es muy complicado acertar con el grado justo de abrigo, dado que por el hecho de tratarse de la realización de un cierto ejercicio físico se consume energía y parte de esta se transforma en calor, luego sudor, y si encima se añade al cuerpo ropa que no deje escapar ese calor, pues más sudor, pero en fin…, el caso es que iba paseando en actitud bici-lenta y observando…

Los que esperan el autobús me ven pasar y recorren con la vista acompañado con el semi giro de cabeza mi pasar por delante de ellos. Cuando se está en una parada de autobús todo es susceptible de ser mirado, ¿qué otra cosa se puede hacer? Yo por mi parte pienso que quienes quisieran bien pudieran seguir mi ejemplo y dejar plantado el odioso y caro transporte público. Quizás algunos de ellos me mirasen con una envidia no correspondida.
Varios paseantes de perro parece que se han juntado para realizar una cagada conjunta, de perros se entiende, así mientras los perros cagan, ellos conversan, tal vez después queden para tomar unas cañas o incluso para la cagada de la tarde.
Se nota, se nota que es festivo pues uno está acostumbrado a circular por este entorno de la casa de campo en días no festivos y en estos no se ven tantísimos corredores, paseantes y ciclistas. Imagino que muchos de ellos circularan por caminos internos lo que provocará un arrasamiento de los mismos por lo que no es raro ver los tantos senderos y caminitos convertidos en una extensa red de circuitos invasiva, tanta humanidad acaba con todo.
Lo que pasa es que yo voy por carretera y por ella es donde veo a los ciclistas de todo tipo. Uno de ellos con el que me cruzo, le veo excesivamente subido en el sillín, pero tanto, tantísimo, que le obliga a llegar al pedal casi de puntillas; éste pensará que no importa con tal de ser el que más estiliza con altura su culo sobre el sillín de la bicicleta, o puede que tenga algún problema en la rodilla. Otro sin embargo, lo lleva muy bajo y el pedalear le obliga a doblar en exceso las piernas, algo que no permite aplicar la fuerza necesaria de una manera más natural y que ambos de seguir así, conseguirían lesionarse en algún lugar, aunque sólo fuese una contractura.
Lo que me extraño, fue contemplar al ir acercándome a un trio ciclista, pero esta vez andando y, que uno de ellos avanzase empujando dos bicicletas, una en cada mano, mientras a su lado caminaba otro tipo; como es natural tiendo a interpretar la realidad a pesar de aparentemente no ser interesante, es tan simple como que en ese momento observaba la vida, pensé: -será que va hablando por teléfono, si ya, pero…, ¿por qué no empuja él su bici?, será que es un grupo compañeros de trabajo en el que es el jefe y se lo ha solicitado a su subordinado…, ¡qué triste es la sumisión laboral!...- en estas, me iba acercando y pude ver su pálida cara compungida y andar pesaroso, con su mano derecha introducida entre la ropa como tocando el corazón que se le habría disparado o colapsado, ¡esa era la razón!, le había dado un jamacuco y se dirigían al hospital que estaba cerca. Conclusión: hay veces que la gente se dedica a realizar esfuerzos físicos a los que no están acostumbrados y sufren desfallecimientos o malas respuestas de sus cuerpos y nadie nos podemos librar de esa posibilidad.
Prima la licra en este mundo de globeros con gafas con aspecto de guardaespaldas. Todos tan arregladitos, tan profesionales, con esas ropas específicas de marcas y publicidad chillonas, sus mochilas bidones a la espalda, sus cascos, algunos con su pañuelito a lo Pantani debajo, que queda tan mono; qué le vamos a hacer, es lo que hay, y de alguna manera hay que salir, ¿pero así…? ¡Nunca! Y mira tú que yo también practico la bici deportiva pero es que esta uniformidad es que no puedo con ella.