martes, 18 de enero de 2011

Y también la lluvia


Está claro que cada uno recibe los estímulos de acuerdo su estado receptivo, da igual quién que se los mande, con cuánta intensidad o que en ello se ponga muuucho, mucho empeño, si uno esta frío, impasible, desganado, frío se queda, no le importa nada de nada.
Pero… ¿qué diríamos cuando alguien está plenamente atento y dispuesto a dejarse conquistar…? Generalmente me tengo por uno de estos, es la actitud que acostumbro cuando voy al cine y más cuando se pierde la costumbre de ir.
He venido oyendo que se han cambiado los hábitos de ocio, o que hay demasiada oferta, es posible que así sea y por ello el cine se ha quedado como una costumbre antigua y cara, desapegada. Pero la realidad es que aún suponiendo que así sea, pienso que la magia aparece con sentarse en esa sala oscura, iluminada al frente, algo tiene que pasar porque seguro va a pasar.

Empieza la función, atento nos dejamos introducir en la ficción vamos haciendo cábalas, atando hilos, enlazando sucesos, arrastrándolo a nuestra comprensión, analizando, comprendiendo el porqué, el qué se nos quiere contar, llevándolo a nuestro corazón, a nuestro estómago, por eso mismo una película tiene que ser una montaña rusa por el que se nos va guiando, tiene que pasar cosas que nos sorprendan, que nos produzcan vértigo, impulsos que nos trastoquen, que nos afecten.


Cuando ante la visión de la injusticia, la reacción emotiva normal debiera de ser rabia; cuando ante el sentido de debilidad y fragilidad, la empatía nos debiera llevar a la ternura y solidaridad; cuando la acción frenética nos debería despertar la ansiedad; cuando la espectacularidad nos debiera de asombrar; cuando las artimañas que se crearon para engatusarnos debieran, engatusarnos; cuando en la acción melodramática la música debiera de servir de catalizador de emociones y cuando lo peor de todo es que después de tantas credenciales presentadas para convencernos y despertarnos el caudal emotivo y quedarnos…, desafectados, algo raro ha pasado. Uno no puede más que quedarse embobado, pellizcándose, mirándose para sí como diciendo, ¡coño, qué me pasa! ¡La peli no es mala, tiene su aquel, pero…!

Tramas paralelas avanzan en su desarrollo, mientras se rueda una película en Bolivia sobre los desastres de la colonización, se entremezclan ficción y la realidad de ese rodaje, (los problemas, los ensayos, etc.) junto con puntuales acontecimientos sociales y reivindicativos, (la guerra del agua) en el que todos los personajes se ven involucrados en todas las tramas, formando parte de ellas y en las que se van interesando, preocupando o sufriéndolas, todo esto debería de dar para mucho pues la cosa tiene enjundia, la producción es grandiosa, rozando la superproducción en algunos momentos.


Pero después de todo y de tanto, la cosa se diluye entre la incomprensión y la frialdad de tanta apuesta, nada emociona, nada trasciende que ya no se sepa, una pena....
Rafael C.

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