Repasaba en casa ajena un estante que se encontraba a mano,
éste contenía una docena libros, me pareció ver entre ellos uno algo diferente,
por antiguo, titulado Rudeza Caliente, a pesar de ello no le presté más atención volviendo a dejarlo donde se encontraba. Así estuvo hasta que mientras comíamos salió
la conversación en la que se dijo a quién se lo habían regalado y algún
comentario sobre autora-editora.
Se trataba de Feli González Sánchez, una mujer fallecida
joven de Cenicientos, la localidad a la
que le había dedicado el libro en su integridad. Fue cuando de nuevo me lancé a por la obra en
cuestión para, esta vez sí, ojearlo con renovada curiosidad. Parecía,
efectivamente, una especie de auto edición, con el prólogo y epílogo del
marido. En él se incluían fotos de la
propia autora, y algún familiar, como su padre, que parte de la concurrencia
conocía y recordaba al observar la fotografía. En ese primer acercamiento pude
leer que, efectivamente, ese libro lo escribía en homenaje a su padre recientemente fallecido con la intención de que no se perdiera su memoria, también pude leer al hojearlo su
odiosa adscripción la sección femenina,
el fascismo de la mujer, junto con su gran religiosidad.
Lo había comenzado a escribir durante la convalecencia de una operación
en la que se le había, como dice el autor de prólogo, por otro lado en esas
fechas ya viudo: “inevitablemente extirpado un riñón”. Algún otro párrafo que
pude leer me pareció que estaba escrito de una manera un tanto extraña, esto
es, a la antigua usanza sin resultar clásico, muy redicho, con un lenguaje que
delataba una cultura poco usual y a la vez exaltadamente lirico.
Con estos mimbres decidí leerlo, comprometiéndolo a hacerlo
en la mayor brevedad posible con el fin de no retener el libro en mi poder,
dejando por tanto a su verdadero dueño, pues ya se sabe, los préstamos de
libros acaban enquistándose. Con esas, me dispuse a la atractiva tarea al día siguiente.
Gozaba de tiempo y ganas; lo terminé en un solo día, no obstante es
breve; “una obrita” como llamaba a sus escritos la propia autora Feli.
Este libro, que se puede adquirir en la
mismísima Casa del Libro o Amazón, consiste en un deslavazado compendio de
estrofas que completan los capítulos y en el mejor de los casos el conjunto de
las mismas pudieran identificarse con una idea de lo que representaría ese tal
capítulo. Quiero decir, por ejemplo, en el más largo de todos ellos titulado:
Los “Deos”, es cierto que pudiera dedicarse a querer dar una idea de cómo son
esos aquellos que responden con esa manera de llamarlos, pero lo hace de manera un tanto
distante a pesar de parecer conocerlos tan bien, mezclando inconsistentemente
su pretensión de incluir a su padre por el medio y así dedicarse a la intención
inicial de homenajearle.
Dicho esto, que bien pudiera mostrar desconsideración al
respecto de parecer un juicio o valoración adversa a la propia obra, tengo que
decir que nada más lejos de lo que en realidad supuso su lectura, por una
sencilla razón, encontrarse ésta cargada de visión poética.
Cuando alguien es capaz de observar las cualidades de las
gentes, de las costumbres y previo razonamiento y asimilación y posteriormente
ser capaz de plasmarlas a un lenguaje que lo adorna, lo exalta y alaba es que
se está moviendo en terreno poético. Hay veces, que la lírica surge de una
sencilla narración de unos hechos sencillos, brotando como de un manantial
limpio y claro emana su agua, enlazando esas estrofas, tal vez de épocas
diferentes, sacadas de una memoria que se encarga de querer unir por resultar
todas ellas comunes a un sentimiento, el de la añoranza a un tiempo pasado, tal
vez de felicidad, de tiempos familiares y serenos, de bellas vivencias.
Qué sucede entonces, pues da la sensación de haberte
trasladado, haber paseado de la mano de la autora por un universal estilo de
vida corucha, el suyo que es el de todos, que bien pudieran identificarse con
el que nos cuenta.
Puede que esa sea su grandeza, porque por lo demás, el
estilo literario es algo así como decimonónico, redicho, como se supone debiera de escribir un escritor
a la antigua usanza, culto y erudito y que probablemente lo hubiera sido Feli,
no estando tal nivel cultural al alcance de la gran mayoría de paisanos, que
parece ser tanto criticaron, tachándola de loca y señoritinga. Ese estilo con el que compone sus escritos,
entiendo que se aleja de una cierta naturalidad pero que de alguna manera la definen como esa
autora extraña, única y sorprendente en lo que sería un ambiente hostil a su sensibilidad que vierte a
espuertas en la construcción de su
librito, dejando para la posteridad un legado trascrito de lo que fue y no
volverá, la manera de vivir de aquel tiempo que pasó.
Rafael Cuevas
3 comentarios:
Creo haber oido hablar de esta señora en circulos corucho, si bien por motivo de otra indole que el de escritora.
Rudeza, sino lo interpreto mal pudiera venir de rudo, hostil, duro, lo de caliente pudiera llevar a interpretarlo como algo habitual, cotidiano..
Ya me lo dejaras, lo tienes a mano
Juan Antonio H.
Rudeza de efectivamente lo que es rudo, duro, poco cortés, tosco que si lo llevamos al terreno de lo que en realidad trata el libro, esto es, escenas coruchas y sus gentes, incluso de un tiempo, el que le toco vivir a ella misma, se nos presenta como una definición de lo que ella entendía de su propio pueblo, un pueblo rudo en muchos sentidos, en sus gentes, sus tierras, sus cultivos, sus trabajos, sus penurias. Pero además se le añade otro adjetivo tomando un sentido pleno, como apasionado sin ser contradictorio. algo así como Paletos apasionados, más o menos. muy en la linea de lo que siempre se ha pensado de esta mujer, que era muy soberbia. Aunque hay veces que las verdades duelen, pero si hay que decir que el pueblo era rudo, es que seguramente lo era, incluso lo siga siendo.
Nada que ver con lo
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