viernes, 21 de noviembre de 2014

El Libro de Feli, RUDEZA CALIENTE

Repasaba en casa ajena un estante que se encontraba a mano, éste contenía una docena libros, me pareció ver entre ellos uno algo diferente, por antiguo, titulado Rudeza Caliente, a pesar de ello no le presté más atención volviendo a dejarlo donde se encontraba. Así estuvo hasta que mientras comíamos salió la conversación en la que se dijo a quién se lo habían regalado y algún comentario sobre autora-editora.
Se trataba de Feli González Sánchez, una mujer fallecida joven de Cenicientos,  la localidad a la que le había dedicado el libro en su integridad.  Fue cuando de nuevo me lancé a por la obra en cuestión para, esta vez sí, ojearlo con renovada curiosidad. Parecía, efectivamente, una especie de auto edición, con el prólogo y epílogo del marido.  En él se incluían fotos de la propia autora, y algún familiar, como su padre, que parte de la concurrencia conocía y recordaba al observar la fotografía. En ese primer acercamiento pude leer que, efectivamente, ese libro lo escribía en homenaje  a su padre recientemente fallecido con  la intención de que no se perdiera su  memoria, también pude leer al hojearlo su odiosa adscripción  la sección femenina, el fascismo de la mujer, junto con su gran religiosidad. 
Lo había comenzado a escribir durante la convalecencia de una operación en la que se le había, como dice el autor de prólogo, por otro lado en esas fechas ya viudo: “inevitablemente extirpado un riñón”. Algún otro párrafo que pude leer me pareció que estaba escrito de una manera un tanto extraña, esto es, a la antigua usanza sin resultar clásico, muy redicho, con un lenguaje que delataba una cultura poco usual y a la vez exaltadamente lirico.
Con estos mimbres decidí leerlo, comprometiéndolo a hacerlo en la mayor brevedad posible con el fin de no retener el libro en mi poder, dejando por tanto a su verdadero dueño, pues ya se sabe, los préstamos de libros acaban enquistándose. Con esas, me dispuse a la atractiva tarea al día siguiente. Gozaba de tiempo y ganas; lo terminé en un solo día, no obstante es breve; “una obrita” como llamaba a sus escritos la propia autora Feli.
Este libro, que se puede adquirir en la mismísima Casa del Libro o Amazón, consiste en un deslavazado compendio de estrofas que completan los capítulos y en el mejor de los casos el conjunto de las mismas pudieran identificarse con una idea de lo que representaría ese tal capítulo. Quiero decir, por ejemplo, en el más largo de todos ellos titulado: Los “Deos”, es cierto que pudiera dedicarse a querer dar una idea de cómo son esos aquellos que responden con esa manera de llamarlos, pero lo hace de manera un tanto distante a pesar de parecer conocerlos tan bien, mezclando inconsistentemente su pretensión de incluir a su padre por el medio y así dedicarse a la intención inicial de homenajearle.
Dicho esto, que bien pudiera mostrar desconsideración al respecto de parecer un juicio o valoración adversa a la propia obra, tengo que decir que nada más lejos de lo que en realidad supuso su lectura, por una sencilla razón, encontrarse ésta cargada de visión poética.
Cuando alguien es capaz de observar las cualidades de las gentes, de las costumbres y previo razonamiento y asimilación y posteriormente ser capaz de plasmarlas a un lenguaje que lo adorna, lo exalta y alaba es que se está moviendo en terreno poético. Hay veces, que la lírica surge de una sencilla narración de unos hechos sencillos, brotando como de un manantial limpio y claro emana su agua, enlazando esas estrofas, tal vez de épocas diferentes, sacadas de una memoria que se encarga de querer unir por resultar todas ellas comunes a un sentimiento, el de la añoranza a un tiempo pasado, tal vez de felicidad, de tiempos familiares y serenos, de bellas vivencias.
Qué sucede entonces, pues da la sensación de haberte trasladado, haber paseado de la mano de la autora por un universal estilo de vida corucha, el suyo que es el de todos, que bien pudieran identificarse con el que nos cuenta.
Puede que esa sea su grandeza, porque por lo demás, el estilo literario es algo así como decimonónico, redicho,  como se supone debiera de escribir un escritor a la antigua usanza, culto y erudito y que probablemente lo hubiera sido Feli, no estando tal nivel cultural al alcance de la gran mayoría de paisanos, que parece ser tanto criticaron, tachándola de loca y señoritinga.  Ese estilo con el que compone sus escritos, entiendo que se aleja de una cierta naturalidad  pero que de alguna manera la definen como esa autora extraña, única y sorprendente en lo que sería un ambiente  hostil a su sensibilidad que vierte a espuertas  en la construcción de su librito, dejando para la posteridad un legado trascrito de lo que fue y no volverá, la manera de vivir de aquel tiempo que pasó.

Rafael Cuevas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo haber oido hablar de esta señora en circulos corucho, si bien por motivo de otra indole que el de escritora.
Rudeza, sino lo interpreto mal pudiera venir de rudo, hostil, duro, lo de caliente pudiera llevar a interpretarlo como algo habitual, cotidiano..
Ya me lo dejaras, lo tienes a mano
Juan Antonio H.

Rafael C. dijo...

Rudeza de efectivamente lo que es rudo, duro, poco cortés, tosco que si lo llevamos al terreno de lo que en realidad trata el libro, esto es, escenas coruchas y sus gentes, incluso de un tiempo, el que le toco vivir a ella misma, se nos presenta como una definición de lo que ella entendía de su propio pueblo, un pueblo rudo en muchos sentidos, en sus gentes, sus tierras, sus cultivos, sus trabajos, sus penurias. Pero además se le añade otro adjetivo tomando un sentido pleno, como apasionado sin ser contradictorio. algo así como Paletos apasionados, más o menos. muy en la linea de lo que siempre se ha pensado de esta mujer, que era muy soberbia. Aunque hay veces que las verdades duelen, pero si hay que decir que el pueblo era rudo, es que seguramente lo era, incluso lo siga siendo.