Un día de fiesta por la mañana me dirigía al trabajo, sería
como las diez horas aproximadamente y se respiraba en el ambiente ese cierto
frescor tempranero tras unas jornadas lluviosas a pesar de lucir radiante el
sol que se intuía podría llegar a calentar cuando avanzase más esta jornada de
mayo, porque de momento, al deslizarme por las cuestas abajo entre la poca ropa
de abrigo con que vestía me recorría un biruji que me obligó a parar y sacar el
corta vientos de entre mi equipaje, algo que agradecí de inmediato y me hizo
preguntarme por qué no lo había hecho antes, aunque ya tenía la respuesta: luego me acaba sobrando…; es lo que tiene ir
en bicicleta, es muy complicado acertar con el grado justo de abrigo, dado que
por el hecho de tratarse de la realización de un cierto ejercicio físico se
consume energía y parte de esta se transforma en calor, luego sudor, y si encima
se añade al cuerpo ropa que no deje escapar ese calor, pues más sudor, pero en
fin…, el caso es que iba paseando en actitud bici-lenta y observando…
Los que esperan el autobús me ven pasar y recorren con la
vista acompañado con el semi giro de cabeza mi pasar por delante de ellos.
Cuando se está en una parada de autobús todo es susceptible de ser mirado, ¿qué
otra cosa se puede hacer? Yo por mi parte pienso que quienes quisieran bien
pudieran seguir mi ejemplo y dejar plantado el odioso y caro transporte público.
Quizás algunos de ellos me mirasen con una envidia no correspondida.
Varios paseantes de perro parece que se han juntado para
realizar una cagada conjunta, de perros se entiende, así mientras los perros
cagan, ellos conversan, tal vez después queden para tomar unas cañas o incluso
para la cagada de la tarde.
Se nota, se nota que es festivo pues uno está acostumbrado a
circular por este entorno de la casa de campo en días no festivos y en estos no
se ven tantísimos corredores, paseantes y ciclistas. Imagino que muchos de
ellos circularan por caminos internos lo que provocará un arrasamiento de los
mismos por lo que no es raro ver los tantos senderos y caminitos convertidos en
una extensa red de circuitos invasiva, tanta humanidad acaba con todo.
Lo que pasa es que yo voy por carretera y por ella es donde
veo a los ciclistas de todo tipo. Uno de ellos con el que me cruzo, le veo
excesivamente subido en el sillín, pero tanto, tantísimo, que le obliga a
llegar al pedal casi de puntillas; éste pensará que no importa con tal de ser
el que más estiliza con altura su culo sobre el sillín de la bicicleta, o puede
que tenga algún problema en la rodilla. Otro sin embargo, lo lleva muy bajo y
el pedalear le obliga a doblar en exceso las piernas, algo que no permite
aplicar la fuerza necesaria de una manera más natural y que ambos de seguir
así, conseguirían lesionarse en algún lugar, aunque sólo fuese una contractura.
Lo que me extraño, fue contemplar al ir acercándome a un
trio ciclista, pero esta vez andando y, que uno de ellos avanzase empujando dos
bicicletas, una en cada mano, mientras a su lado caminaba otro tipo; como es
natural tiendo a interpretar la realidad a pesar de aparentemente no ser
interesante, es tan simple como que en ese momento observaba la vida, pensé:
-será que va hablando por teléfono, si ya, pero…, ¿por qué no empuja él su
bici?, será que es un grupo compañeros de trabajo en el que es el jefe y se lo
ha solicitado a su subordinado…, ¡qué triste es la sumisión laboral!...- en
estas, me iba acercando y pude ver su pálida cara compungida y andar pesaroso,
con su mano derecha introducida entre la ropa como tocando el corazón que se le
habría disparado o colapsado, ¡esa era la razón!, le había dado un jamacuco y
se dirigían al hospital que estaba cerca. Conclusión: hay veces que la gente se
dedica a realizar esfuerzos físicos a los que no están acostumbrados y sufren
desfallecimientos o malas respuestas de sus cuerpos y nadie nos podemos librar
de esa posibilidad.
Prima la licra en este mundo de globeros con gafas con
aspecto de guardaespaldas. Todos tan arregladitos, tan profesionales, con esas
ropas específicas de marcas y publicidad chillonas, sus mochilas bidones a la
espalda, sus cascos, algunos con su pañuelito a lo Pantani debajo, que queda
tan mono; qué le vamos a hacer, es lo que hay, y de alguna manera hay que
salir, ¿pero así…? ¡Nunca! Y mira tú que yo también practico la bici deportiva
pero es que esta uniformidad es que no puedo con ella.