martes, 24 de mayo de 2011

Punto Pelota

Por esta vez y sin que sirva de precedente (frase tópica y recurrente que al menos en mi caso nunca suelo seguir con rigor) voy a hablar del Real Madrid y su estrepitosa eliminación de la competición Liga de Campeones.

Parece ser que el equipo blanco opta por salir siempre victorioso de cualquier torneo al que se presenta y lo hace con mucho más ímpetu que el resto de sus rivales que se buscan las mañas para superar, en general, ese torrente de ganas y determinación. Llegado a este punto igualmente puede pasar que aquellos que en la escala de medición que se han inventado ellos (el Real Madrid), les puedan superar. Esta escala no es otra, que poner el palmarés de equipo ganador, delante de todas las disputas, y dejar a los demás por inferiores, menores o secundarios. Es cierto de alguna manera que esto sea así, el Real Madrid es a todos los efectos el equipo español con más títulos, más que nadie pero esta razón no lo coloca con superioridad ante cualquier enfrentamiento, no te da ningún plus extra que no sea el orgullo de defender a el mejor equipo sintiéndose, bien remunerado y bien acompañado en la tarea de hacerlo; esto, que por cierto, supone un gran esfuerzo físico que otros jugadores, de otros clubes, no están dispuesto a derrochar por igual. Es algo parecido a el mallot amarillo en el ciclismo, “te da alas”; el hecho de defender posiciones privilegiadas debe imprimir carácter. Pero todo esto que siendo importante para la consecución de victorias luego títulos, no se los garantiza de ninguna manera y pasa lo que pasa, también se pierde y es ahí donde se supone que debe aflorar el actual gran matiz oculto del ejercicio deportivo: la deportividad.
Efectivamente cuando lo que prima es el negocio, el centralismo o cesión al catalanismo, el desprestigio al contrario, la humillación posible, las malas artes, ¿dónde queda la deportividad?
El que gana, se posiciona en el limbo del “a mi plin” y “a mi que me registren”, y el que pierde, en el del despecho. En este caso le ha tocado al Real Madrid el sentirse despechado cuando lo que debiera de haber hecho, en honor al señorío del que siempre se alardea, es haberlo sacado a relucir reconociendo su derrota. Por que de lo que se trata es de la deportividad; de la de saber ganar, de la de saber perder; de felicitar al contrario, callarse la boca, dejar las cuitas de rivalidad en el terreno donde se jugó y olvidarse de excusas, de buscar causas o motivos extraños que lo pudieran provocar, de inventarse confabulaciones o complots que aumentan el rencor. Eso sería el señorío y no el alarde ramplón de poseerlo, no ese ejercicio de orgullo herido nos viene solo a decir; “por la boca muere el pez”. Entre otras cosas por que, por mucho que se llore y se quieran pudrir los laureles ajenos, la derrota está consumada y en la final la jugará quien acabó ganando la semifinal: El Barça.
Punto pelota.
Rafael Cuevas.

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