lunes, 18 de noviembre de 2013

Anfiloquio


Todo empezó hace mucho tiempo, imposible saber cuanto, pero en el fondo de ese túnel del recuerdo veo, al traspasarlo tras un mareante remolino, dos imágenes la una de un SEAT 600 blanco en la que suena música de Bob Marley o acaso es The Police y la otra una calle siempre de noche oscura y mojada, los edificios tan altos que el cielo no nos importa, la calle es estrecha con estrechas aceras, ahí estoy yo con alguien, no se si con uno, con dos, o con cuatro lo justo para completar las plazas del coche, la hora cerca de las ocho u ocho y media, tal vez las nueve, todavía tendríamos tiempo por delante para perderlo igual que lo habíamos perdido hasta esa hora; mirando un escaparate veía maniquís que portaban ropajes de otra época, raros, no iban conmigo, ¿o tal vez sí?, me veo a mi mismo con un pantalón pitillo de rayas finísimas, gris, que termina por encima de mis zapatos negros de punta que se dejan ver. Por detrás de los escaparates, en el interior de la tienda, pasean dos o tres dependientes, uno calvo, J. A. entre ellos mirando la hora de salida, el tiempo parecía detenerse en esos interminables minutos. Encima de los cristales o de la puerta de entrada al establecimiento un cartel: ANFILOQUIO, qué coño será eso, ¿Un nombre? ¿Un lugar? ¿Una entelequia?  
 

1 comentario:

Juan Antonio H. dijo...

Después de tanto tiempo sin publicar, vas y te descuelgas con este maravilloso recuerdo de juventud. Como interpelado decirte que estaba como en una especie de prisión (bien entendida) y eso que en los últimos tiempo me daban un poco de cuartelillo y la emisora de radio que se escuchaba era la emblemática radio 3, que no era poco.
Buenos tiempos para la lírica (y nunca mejor dicho) efectivamente esperando la hora de salida y a los amigos, el día que no veníais ninguno, ese día se hacia aun mas tedioso.

Me alegra que esta tienda que me trae buenos y malos recuerdos, aun siga abierta, si no me equivoco esta a poco de cumplir el siglo, y ahí esta como la puerta de Alcalá.
Gracias por evocar algo que se creía olvidado.